La gamba roja tiene una historia curiosa, de repente desaparece de las aguas del Mediterraneo. Las barcas dejan de ingresar dinero, no llega a los mercados, y las mesas de los restaurantes se quedan sin ellas. Las pocas que se pescan multiplican su precio por dos o por tres. Pero al cabo de dos o tres años, sin ninguna explicación reaparecen abundantemente. Sin ninguna explicación hasta hace un par de años. Un grupo de biologos descubrió que cada nueve o diez años los inviernos son más fríos, con lo que el agua del mar también se enfría, y debido a la presión el agua baja, como cuando quitamos el tapón en un lavabo. La gamba, que se suele pescar entre 500 y 800 metros de profundidad, empujada por la presión del agua, desciende a más de mil metros, junto con sus larvas, y los barcos pesqueros ya no llegan a pescarla.. A esa profundidad, las gambas, disfrutan de comida en abundancia y al tener un depredador menos, el hombre, se multiplican rápidamente. Al cabo de uno o dos años vuelven hacia arriba atraídas por el agua más caliente. Los pescadores vuelven a pescar, los mercados pueden volver a ofrecerlas y las mesas de los restaurantes se vuelven a engalanar con este apreciado crustáceo. Todos contentos y fin del misterio.
Se puden cocinar de mil maneras, pero como mejor están es a la plancha con sal gruesa, no demasiado hechas, para poder chupar la cabeza y los dedos con todos sus jugos.
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